Puertas de Madrid III: La Puerta de San Vicente
Si has estado detrás de la serie sobre las Puertas de Madrid, sabrás que cada una de las que hemos reseñado tiene su canción. La que visitaremos hoy tiene la música de aquellos que tocan la guitarra en el parque Madrid Río, durante las agradables noches de primavera, verano y otoño que brinda la ciudad.
La Puerta de San Vicente se erige, prácticamente, sobre las riberas del Manzanares, a pocos metros del parque Madrid Río y del centro comercial Principe Pío. Fue terminada de construir en 1775 por ese visionario urbanista y arquitecto Francesco Sabatini, por encargo de “El Noble” Carlos III.
La verdad es que la que vemos en la actualidad, cuando vamos de compras al Centro Comercial Principe Pío, no es la auténtica. De hecho, la que levantó Sabatini tampoco fue la primera que se conoció como la Puerta de San Vicente, pero sí fue la que más duró en pie.
La más antigua, a la que se hace mención en los registros de la ciudad, fue derribada por el Marqués de Vadillo porque se encontraba en ruinas. Su sustituta constaba de tres arcos y estaba adornada con una estatua de San Vicente, por lo que recibió dicho nombre.
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La remodelación de la mencionada cuesta de San Vicente en 1770 obligó a la demolición de dicha puerta. Para reparar los daños, “El Noble” ordenó la construcción de una nueva puerta como entrada a la ciudad desde el nuevo paseo de La Florida. Las obras terminaron en 1775 y Sabatini colocó junto a ella una fuente ornamental, popularmente denominada Fuente de los Mascarones.
Un siglo después, las autoridades decidieron desmontar el monumento para reordenar el creciente tráfico en la Villa y Corte. La que admiramos hoy fue construida en 1995, sacando provecho de algunos materiales originales y utilizando una fotografía tomada por Jean Laurent pocos antes de su muerte en 1886.
El diseño actual está conformado por tres huecos y su parte más adornada, en contra de lo habitual, es la que da al interior de la ciudad.
En sus alrededores se mezcla el pasado con el presente, como suele pasar en las ciudades europeas. Los más jóvenes suelen tomar una tapa en uno de los restaurantes low cost más famosos de la ciudad, mientras que otros prefieren sentarse en el bar del hotel Príncipe Pío, cuya decoración parece haberse quedado detenida en la moda de los años 70.
Otros la ven desde la salida de la múltiple estación de Metro, tren y terminal de autobuses que recibe el mismo nombre de la zona.
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Si mi memoria es benevolente con mi ser, y también tengo la fortuna de durar muchos años, la puerta quedará en mi memoria como ese túnel mágico que me llevó a lugares insospechados, a través de la amistad y la música.