Películas para comprender el imaginario suramericano II
En nuestra primera parte del conteo sobre películas suramericanas viajamos hacia
realidades argentinas, peruanas, uruguayas, chilenas y bolivianas, hoy nuestra lista
se engorda para rellenar los vacios geográficos y visuales que dejamos pendientes.
Como en nuestro anterior resumen, esta guía es apenas una primera revisión de un
cine de venas abiertas que no es más que el reflejo más genuino y honesto del
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imaginario suramericano.
Cada una de estas películas, además de narrar historias cercanas son pedazos para
armar la realidad de una región exótica para muchos viajeros y en permanente
construcción para quienes la habitamos.
6/ Siete cajas (Paraguay)
Poco (o nada) se sabía del cine paraguayo, hasta que en 2012 se estrenó
mundialmente la cinta “Siete cajas”, de los realizadores Juan Carlos Maneglia y
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Tana Schémbori.
La historia de un jovencito carretillero, dedicado a transportar productos en el
Mercado 4 de la Asunción, abrió las ventanas de un país a menudo confundido con
su hermano Uruguay o, simplemente, borrado por el Jet Set turístico al no tener
más riquezas que campos y agricultura.
Lo que sucede en “Siete cajas” podría considerarse un verdadero melodrama: un
adolescente que sueña con salir en la tele acepta una dudosa oferta de $100 para
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cargar siete cajas misteriosas, con la condición de no hacer preguntas. Durante el
mandado ocurren cosas delirantes que privan el deseo del muchacho y lo meten en
verdaderos apuros; todo en medio de carne, verduras, desodorantes y demás
asuntos pintorescos.
Pero, la verdad es que la película sirve de revelación; una especie de
descubrimiento del idioma guaraní, tan presente en la población paraguaya y es
también un cuadro costumbrista de la cotidianidad del país. ¿Acaso antes sabíamos
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qué hacían ellos, qué comían, con qué soñaban, cuáles son sus pecados? “Siete
cajas” se ocupa y lo hace muy bien.
Aunque la película es ruda, se pasea por la risa para aliviar tanta carga trágica y
termina con un final aparentemente feliz que puede que no tome por sorpresa,
pero sí resultará un catalizador frente a las vivencias del chico.
7/ A casa de Alice (Brasil)
Brasil es carnaval, es alegría, música y fútbol, por supuesto. Eso es lo que sabemos
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todos; pero el realizador Chico Teixeira quiso darle una vuelta de tuerca a tanta
felicidad y miseria (recordemos la taquillera “Ciudad de Dios”) y hablar de asuntos
tan cotidianos como la vida familiar.
Alice es madre de familia, vive en São Paulo con su esposo, sus tres hijos y su
madre. Así como tantas mujeres suramericanas, ella y su madre son víctimas del
síndrome del “irracional machista latinoamericano” al no ser reconocidas por los
hombres más que para atender tareas domésticas.
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Como en tantas películas, la historia apela por el género intimista para alzar la voz
frente a la desigualdad de géneros y ofrecer una hipótesis del desmoronamiento
familiar en la sociedad moderna.
“A casa de Alice” es una pausa ante tanta euforia turística para promocionar a un
Brasil híper-feliz que, como cualquier país de la región, resguarda historias
universales que necesitan encontrar luz fuera de sus fronteras.
8/ A tus espaldas (Ecuador)
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Si somos honestos, también debemos aclarar que poco sabemos de la
cinematografía ecuatoriana. Más allá de la gran industria argentina, el resto de
países suramericanos generalmente encontramos visibilidad en festivales o
premios internacionales, pero en salas locales, pocas veces ocurre el milagro.
Sin embargo, en 2010 hubo una película que reinventó la historia del cine
ecuatoriano: “A tus espaldas” conquistó a más de 110 mil espectadores y vendió
más de 45 mil copias en DVD y aunque los porqués se relacionen con una estética
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hollywoodense y una trama de drogas y villanos, la película es también un drama
social.
El director Tito Jara (también conocido por “Prometeo deportado”) recibió la
buena recepción del público, gracias a su decisión de narrar una historia
religiosamente incorrecta, pues el argumento del filme es demostrar la separación
de clases sociales entre familias que viven delante del monumento de la Virgen del
Panecillo y quienes viven a sus espaldas, “los olvidados y marginados”.
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Una interesante mirada a conductas sociales y, por supuesto, un buen
planteamiento de cómo conciben los ecuatorianos sus instituciones.
9/La vendedora de rosas (Colombia)
Después de Argentina, la cinematografía colombiana también ha cosechado varios
laureles; por ejemplo su última y exitosa “El abrazo de la serpiente” (en co-
producción con Venezuela) y muchas otras signadas por el narcotráfico, la guerra y
violencia entre carteles.
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Y, aunque “La vendedora de rosas” siga un poco el patrón del imaginario violento,
tiene un detalle a su favor: está narrada desde las voces de un grupo de pequeñas
que intentan sobrevivir vendiendo rosas en las calles. Y, hay más porque la película
ocurre en época decembrina y los anhelos infantiles son mayores.
Mónica y sus amigas han perdido parte del cordón umbilical que las conectaba a
sus familias. Ingenuas y, al mismo tiempo guerreras, se mueven con naturalidad
por escenarios urbanos condimentados de machismo, pobreza, droga y muerte.
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Aún así, entre ellas se protegen y unidas luchan por tener sus vestidos y juguetes
nuevos.
En esta cita de Víctor Gaviria hay tanta ironía que da hasta rabia, ¿cómo es posible
que niñas del mundo tengan que pasar por esta situación? Sí, esa es la brecha que
queda abierta y que es compartida por cualquier calle suramericana, desde
Argentina hasta Venezuela.
10/ Macu, la mujer del policía (Venezuela)
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Otro detalle innegable es que la cinematografía venezolana ha crecido en sus
últimos 20 años en proporciones gigantes. Desde obtener su primer Goya con “Azul
y no tan rosa” hasta ser reconocida en Italia por “Desde allá”, ambas por hablar de
un tema que sigue siendo tabú en la cultura venezolana: la homosexualidad.
Pero bien, en nuestra lista hemos querido seleccionar a “Macu, la mujer del policía”
de la realizadora sueca-venezolana Solveig Hoogesteijn que, estrenada en 1987,
significó un adelanto a su época por hablar de temas incómodos como venta de
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niñas a hombres mayores, incestos y abuso de poder por trabajadores de
instituciones públicas.
La historia se centra en Macu, una adolescente obligada a casarse a muy temprana
edad con un hombre 20 años mayor que ella, con quien conforma una familia y
resignada, acepta lo doméstico como única actividad diaria. Pero, las hormonas de
los 17 harán su trabajo y los celos en su esposo, también.
En esta cinta hay juegos de seducción, impunidad y mucho melodrama venezolano,
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pero si algo debemos agradecer a Hoogesteijn es el atrevimiento a desmitificar el
papel de la mujer en el cine suramericano y a romper con temas que en la década
de los 80 (y todavía) son difíciles de dirigir en una sala de cine local.
A todos estos directores suramericanos, ¡gracias! por tocar la llaga y por evitar que
temas tan trascendentales y universales queden subyugados a comedias o dramas
telenoveleros que no traspasan el umbral de amores entre ricos y pobres.