Un viaje por la cultura wayúu
Parecen nacidos de la arena, parecen bañados de mucho sol. Eso dicen de los wayúu o guajiros que habitan los más de 20.000 kilómetros de desierto, llanuras y mar sobre los territorios de Venezuela y Colombia.
Aunque en la capital zuliana se los pueda ver subidos en autobús, caminando por las avenidas o hablando en castellano, el wayúu no olvida a su pueblo; tampoco su tradición ni las leyes en las que creció.
El verdadero wayúu habla su lengua nativa, dice ja tata (hola padre) o ja teichon (hola madre) y suena el tambor cuando las libélulas llegan y anuncian la llegada de Juya, el Dios de la lluvia al que se le rinde culto y se le espera con mucha alegría, porque representa el inicio de la siembra, el alimento que vendrá después.
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Y, aunque la globalización también llegó al desierto y movilizó a muchas familias hacia las grandes ciudades, todavía quedan clanes sobre esas colinas arenosas a orillas del Mar Caribe; familias que viven en casitas humildes, con techos ahora de zinc para soportar mejor las ventiscas nocturnas, hombres y niños que cuidan a sus cabras como resguardo y garantía de sus riquezas y posibilidades de hacer familia.
Para nosotros wayúu es cultura suramericana, para ellos Wayúu es sinónimo de persona. Nosotros somos los aliijunas, los extranjeros. Para el mundo, las mantas guajiras son hermosas, coloridas, livianas y frescas; para la mujer wayúu es tradición.
Y así, en este vaivén, repasemos algunas de las costumbres más fuertes del pueblo guajiro que sin importar la cantidad de sol y arena sigue ahí, a la espera de un nuevo amanecer.
El “blanqueo”
La mujer guajira es de gran importancia en la familia. Es quien educa a los hijos, pero es también quien los entrega.
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Un rito muy conocido de esta etnia es el “blanqueo” o purificación que se practica cuando a las niñas les baja su primera menstruación. Ellas son apartadas de los clanes familiares, se les encierra y sólo puede comer ciertos alimentos. Para el pueblo wayúu esto representa una transición, una preparación para convertirse en mujer.
Superado el ritual, la nueva mujer es maquillada, vestida con mantas elegantes y llamativas. Al salir de su encierro, la mujer baila, se presenta en sociedad como una ofrenda, como la futura esposa.
Wayuusheín
El hombre wayúu viste de pantalón y camisa y, aunque pocas huellas quedan de sus tradicionales vestimentas, las alpargatas tejidas siguen calzando sus pies.
La posición de la mujer es otra, ellas siguen tejiendo sus wayuusheín o mantas largas de colores muy vistosos que la protegen del sol. También usan un pañuelo sobre sus lacios y azabaches cabellos y suelen hacer una mezcla con grasa de chivo y tinta natural (obtenida del hongo mashu’ka) que utilizan para pintarse las mejillas y frente, con las figuras dejadas por la acción del viento sobre la arena. Un recordatorio, tal vez, de sus orígenes.
El pueblo wayúu es uno de los que más transformaciones ha vivido, es también el que más ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y exigencias sociales, pero su carácter fuerte y sus leyes de sangre que los mantienen muy vivos, como una cultura latinoamericana a la que debemos temer y respetar.