¿Qué nos hace caribeños?

¿Qué nos hace caribeños?

Pensar en Caribe es llenarse la cabeza de azules, palmeras, cocos y mucho sol. También es pensar en una identidad reforzada por la alegría de vivir observando cada día el mar, sonar los tambores y creer en que esa agua clarita lo tiene todo para ser felices.

Es común que personas ajenas a estas tierras no consigan comprender qué nos hace caribeños, como también es normal que un caribeño se sienta indefenso en una avalancha de nieve en mitad de Noruega.

Lo cierto es que el cubano Alejo Carpentier lo resume muy bien en sus letras: Alegría es Caribe, nostalgia es Caribe y creatividad es Caribe. Para el gran intelectual de la región, estas son tres características fundamentales para entender el tamaño de esa identidad y cada una tiene sus cualidades propias.

De la alegría

Desde las costas colombianas a las maravillosas islas Las mujeres y Banco Chinchorro en México, ese sentimiento de alegría se entiende como la capacidad de asumir cualquier situación con una sonrisa en la cara. No importa si la tormenta amenaza con derrumbar la casa o hasta si la abuela murió anoche de un infarto, para el caribeño todo es circunstancial y todo pasa, cambia y se transforma en mejor.

Conocidos por todos son celebraciones como el Día de Los muertos o esos entierros monumentales con vallenato y salsa en el campo santo. No es que al caribeño le falte sensibilidad, es que le sobra el estímulo de asumir la vida con la promesa de ser felices hasta en las peores desgracias. Quizá por eso las novelas o programas de humor realizados en Venezuela, Colombia o Cuba tengan una audiencia tan nutrida en el mundo entero.

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De la nostalgia

La saudade no es un término sólo para portugueses. ¿Cuántas historias de migraciones con orígenes en Haití, Honduras o Jamaica hemos escuchado? Muchísimas. Porque a veces tanto mar no alcanza para vivir y porque, también, a veces faltan recursos tan básicos como una vivienda o un sistema de salud que sea óptimo para todos.

En toda América la pobreza y falta de igualdad en oportunidades es una gran deuda con una consecuencia incuestionable: la nostalgia de quien se va, pero sigue estando. Son muchos los que parten en búsqueda de mejor educación, calidad de vida y prosperidad económica; pero también son muchos los que sienten la necesidad de volver.

La identidad caribeña es cercanía, humildad y ese atrevimiento que en otros países falta tanto. Todo el que parte de su Caribe, siempre sentirá saudade por su sol, mar y gente genuina.

De la creatividad

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Cuando Américo Vespucio llegó a estas tierras el término “Charaibi” predominaba en la lengua indígena que lo recibió. Poco a poco fue comprendiendo su significado: HOMBRES SABIOS. Y tal fue su admiración que desde el siglo XV nos conocen como Caribes y esa virtud de sabiduría está repartida en las más divertidas habilidades que se le puede ocurrir a un caribeño para asumir la vida.

Si a un caribeño le va mal (no consigue empleo, no tiene casa, etc.) algo siempre se inventará con los recursos que tenga: desde armarse un taxi con la bici que tiene estacionada en casa hasta construir una casa a punta de láminas de lata o ladrillo. Improvisado y rudimentario, sí; pero la gran virtud es que puede solucionar con lo poco que tiene.

Venta de empanadas, carritos con agua de coco, masajes en medio de la playa, sombrillas y hasta frascos con calamares y peces afrodisíacos son la promesa de un Caribe dispuesto a sobrevivir y a no renunciar a la bendición que la naturaleza ofrece.

Si vienes a El Caribe siéntete en la libertad de relajarte y ser uno con el mar, sólo así tendrás la capacidad de comprender ese enigma que nos envuelve y que escapa a estas palabras.

¡Vive El Caribe!

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