El calentamiento global y el hambre en el mundo
La lucha mundial contra el hambre estaba dando excelentes resultados por varios años, hasta que en el 2016, según datos de FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el hambre aumentó en relación al 2015 con 38% más de personas afectadas y con la amenaza de desnutrición a varios millones adicionales. FAO atribuye este repunte a la proliferación de conflictos violentos en diversas partes del mundo y a conmociones relacionadas con el clima tales como eventos extremos de inundación y sequía, que se convierten en cambio climático.
¿Cómo se puede ayudar a que el mundo se alimente mejor? Quizás culpar al cambio climático puede ser la respuesta más costosa y menos efectiva. Las mismas Naciones Unidas, con su grupo de expertos en cambio climático, ha demostrado que a nivel global no han aumentado ni las sequías ni las inundaciones. Si bien en algunas partes del planeta se experimentan más y peores sequías e inundaciones, en otras áreas ocurren menos y más suaves eventos de este tipo.
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Algunas estrategias para combatir el calentamiento global pierden efectividad, como el caso del uso de biocombustibles para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. La deforestación, los fertilizantes y los combustibles fósiles utilizados para producir biocombustibles contrarrestan un 90% del dióxido de carbono ahorrado. Por ejemplo, en 2013 los biocombustibles europeos utilizaron una extensión de terreno suficiente para alimentar a 100 millones de personas.
Las políticas climáticas desvían los recursos de medidas que reducirían el hambre en forma directa. Hay maneras efectivas de producir más alimentos que requerirían mayor inversión en investigación y desarrollo para mejorar la productividad agrícola. Estos aumentos en la productividad de los cultivos serían mayores que los daños aún en los peores escenarios de los efectos del calentamiento global, y además, habría beneficios adicionales ya que el Banco mundial ha encontrado que el crecimiento en la productividad agrícola puede ser hasta cuatro veces más efectiva en la reducción de la pobreza que el crecimiento de la productividad en otros sectores.