Slow o no slow, ¿cómo quieres viajar?
En la red social Instagram sobran los ejemplos de viajeros que deciden amarrarse la mochila y salir a caminar, mientras hay otros que van con maletas gigantes, seguros médicos pagos y un sinfín de comodidades aunque la travesía no supere los 15 días.
Como bien dijimos puede que sea un verdadero arte y de serlo, somos nosotros los artistas que decidimos con que brocha o pintura darle forma. Se trata siempre de cómo queremos viajar, de las ganas y el tiempo o, como también lo dijimos, es un asunto de personalidad.
Entre todas las técnicas, hace meses que se vienen discutiendo dos metodologías fundamentales al momento de decidir salir de casa a recorrer el mundo: la vía rápida o la vía lenta. De seguro ya sabes por dónde van los tiros.
Cuando tenemos la oportunidad de planificar un viaje puede que nuestros panoramas sean los siguientes: tenemos 15 días de vacaciones fuera de la oficina y nos gustaría recorrer la mayor cantidad de lugares posibles o tenemos un año sabático y nos gustaría emprender un viaje que nos acerque más al mundo en que vivimos. ¿Son estas tus circunstancias?
Para la primera opción lo más probable es que te decidas por hacer un tour o prefieras enclaustrarte en una suite de hotel para recuperar los sueños perdidos. En el caso de la segunda, puede que te provoque internarte en La India hasta aprender los secretos de la meditación. Todas son opciones posibles y, además, válidas. Pero, volvemos al cómo, ¿cómo te gustaría hacer ese viaje?
Para no marearte más de la cuenta te la pondremos fácil, pensando en que tu decisión marcará tu experiencia de viaje y puede que sea un trampolín para tus futuras vacaciones o aventuras. Así que...
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Si viajas slow pondrás en práctica la filosofía de la lentitud que aboga por tener la capacidad de controlar nuestro tiempo y no dejar que otros lo hagan por nosotros. Podrás desde pasar toda una tarde charlando con gente del mercado o sentado a la sombra de un árbol, sin que nadie te diga que el tiempo se te acabó.
Si viajas slow tendrás oportunidad de ser parte de la cotidianidad de un lugar, de integrarte a sus horarios y sacarte la etiqueta de turista para formar parte de una pequeña comunidad o familia sin tener que hacer los obligatorios chek in!
Si vas slow las posibilidades de hacer amigos serán mayores. Las noches en terrazas con desconocidos puede que se conviertan en desayunos entre amigos o viajes compartidos en un futuro inmediato. Compartir más tiempo con personas te permite crear vínculos fuertes que sobrevivan a la primera semana posterior al viaje.
Si vas slow guardarás con autenticidad el lugar en tu memoria. Sabrás cómo diferenciar sus atardeceres o aguaceros, así como también aprenderás a diferenciar sus ritmos y arquitectura en relación a otros lugares. Nada de confundir Praga con París, si te quedas en un mismo lugar por más de un mes, tu memoria lo convertirá en un recuerdo fuerte.
Ahora, si viajas rápido conocerás hasta tres países en una semana con paradas de tiempo estricto, controladas por una agencia de turismo o por ti mismo para no perder el tren que te llevará a un próximo destino. De seguro te sentirás agotado, o también maravillado, entre tantos paisajes vistos en tan corto tiempo.
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Si viajas rápido también tendrás cientos de fotografías por mostrar a tus amigos o publicar en tus redes sociales. ¡Serás la envidia entre tus familiares! Y llenarás de sellos a tu pasaporte con mucha satisfacción.
Un aspecto curioso de ir rápido es que serás siempre un extranjero, sin oportunidad de identificarte con la gente del lugar o comprender su realidad. Viajar rápido es también una forma de mirar a la velocidad del viento: rápido, agitado y frío. Aunque resulta tentador ser siempre el foráneo.
El principal riesgo de viajar rápido es que es tanta la información en tan poco tiempo que puede que te satures demasiado y llegues a un punto en que no quieras seguir de correcaminos. Además, un buen ejemplo es una tía que se hizo un tour por Europa en una semana y sí, tiene cantidad de fotos pero a veces no distingue entre un país y otro, porque claro para la agencia era un privilegio tomarle la foto, más no narrarle la historia de La Sagrada Familia en Barcelona.
Repetimos, es una decisión. En mi caso, el último viaje realizado fue lento, haciendo voluntariados, comiendo en las mesas de comunidades indígenas y cazando atardeceres. Después de tres meses en un país volví con muchas historias para contar, amigos que me escriben desde diferentes partes del mundo y una sonrisa que se reafirma cada vez que revivo mi travesía en fotos.
Cuéntanos, ¿qué tipo de viajero te gustaría ser?