La quinina y el agua quina

La mayoría de nosotros, en alguna oportunidad, hemos bebido en forma pura o combinada con otras bebidas, agua quina o agua tónica. Ésos son los nombres de una bebida refrescante, carbonatada, cuyo nombre deriva de que le agregan un alcaloide llamado quinina, que le comunica ese sabor amargo característico.

Así como la gente moderna disfruta en una reunión social de un gin-tonic, mezcla de ginebra con agua tónica o agua quina; así mismo, desde hace muchos siglos en las regiones de influencia andina y especialmente en Perú, los aborígenes utilizaban este alcaloide extraído de la corteza del árbol de la quinina o cinchona (Cinchona officinalis), esa corteza la secaban, la molían y luego era disuelta en agua, administrando este extracto para el tratamiento de diversas enfermedades y dolencias como malaria, paludismo y fiebres persistentes.

De Los Andes, la quinina, luego del descubrimiento de América, ha sido trasplantada a muchas partes del mundo, ya que para ese momento era el mejor tratamiento contra la malaria. En el siglo XVIII, los holandeses hicieron fortunas con plantaciones de esta especie, y los ingleses, a mediados de ese siglo se interesaron en el cultivo introduciéndolo en gran escala en la India.

De los alcaloides extraídos de la corteza del tallo de la cinchona los más conocidos son la quinina y quinodina, la cinconina y cinchonidina y la dihidroquinina y dihidroquinidina. Muchos de estos alcaloides son sintetizados en la industria farmacéutica, pero actualmente, con la búsqueda de medicina natural por muchas personas, los extractos de la corteza de tallos de cinchona seguirán siendo importantes por mucho tiempo.

Los excesos de quinina pueden ser peligrosos al causar efectos secundarios en las personas; por eso, las dosificaciones en las medicinas son bastante controladas, e igualmente, en el agua quina, no se permite una concentración mayor que 83 ppm (partes por millón), que equivale a una cantidad tan pequeña como cuatro milésimas de la cantidad empleada en medicinas.