El Síndrome Holandés en Venezuela
El síndrome holandés es una expresión que se utiliza en economía. También es conocido como enfermedad holandesa o mal holandés. Se refiere a los efectos negativos que provoca en la economía de un país, un repentino y desmedido incremento del ingreso de divisas ocasionado por la exportación de algún recurso natural, como minerales preciosos, hidrocarburos, café, etc, o por algún crecimiento importante de la inversión extranjera directa.
Su nombre deriva de un caso ocurrido en los Países Bajos durante los años sesenta del siglo pasado, cuando ocurrió un incremento considerable de divisas luego del descubrimiento y explotación de grandes yacimientos de gas natural en Slochteren, localidad cercana al Mar del Norte. Como consecuencia de esta situación, el florín, que es la moneda holandesa, se apreció aumentando su cotización en el mercado de divisas, lo cual afectó negativamente la competitividad de las exportaciones de otros bienes o recursos del país.
A pesar que el nombre de esta distorsión en la economía de un país se relaciona con Holanda y es de reciente uso (1960), este modelo se ha utilizado para explicar los efectos que tuvo en España durante el siglo XVI el ingreso de los tesoros enviados desde América, o los efectos perniciosos que tuvo sobre la economía australiana el descubrimiento de oro alrededor del año 1850, y más recientemente, las distorsiones de la economía venezolana derivadas de los altos precios del petróleo.
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En Venezuela, el mal holandés, en las épocas de bonanza petrolera debido a los altos precios del crudo, ha originado entre otras cosas, la apreciación del bolívar que es la moneda nacional; reducción de la producción interna en sectores tradicionales de la economía, cuando los productos agrícolas y manufactureros producidos para el consumo interno se enfrentaron a fuerte competencia con productos importados de menor precio, y los productos para exportación estaban en desventaja por la enorme apreciación de la moneda local.
La utilización de los excedentes de la bonanza petrolera para atender las necesidades de la población, o para emprender grandes proyectos de infraestructura, ha venido acompañado de la inyección interna de elevados recursos aumentando el circulante, que sin una adecuada contrapartida en la oferta de bienes y servicios provoca continuos incrementos en los índices de inflación. En la actualidad, Venezuela ha alcanzado la mayor distorsión económica de su historia, y a pesar de sus riquezas, se encuentra en una situación crítica de pobreza, además de haber contraído altísimos niveles de endeudamiento externo. La enfermedad holandesa agobia a la población venezolana.
En la Venezuela por venir, se tiene que transformar la renta petrolera en recursos para el verdadero progreso del país, para el sano desarrollo de la agricultura y de la industria manufacturera, generadores de puestos de trabajo, de riqueza y de variedad en los productos de exportación. En la Venezuela por venir se tiene que “sembrar el petróleo” y curarnos del síndrome holandés, igual que lo han logrado países como Finlandia, Noruega, Chile, Australia, Holanda y otros.