Edward Hopper y su herencia a la cinematografía mundial
Hemingway y el cine fueron grandes inspiraciones para Hopper, uno de los pintores norteamericanos más influyentes del siglo XX, que tal vez sin querer creó piezas que ilustran la soledad en medio de paisajes infinitos o estructuras descomunales que apenas se sostienen con ayuda del vacío.
Cualquiera de sus cuadros abre infinitas ventanas, en las que se hallan personajes observando a algún lugar distante o simplemente a la nada.
También hay espacios cotidianos como una gasolinera o ciertas calles amplias, pero solitarias, bañadas apenas por un haz de luz.
Más allá de lo que vemos, está el ordenamiento de las cosas en el espacio. Para fotógrafos, se trata de composición y en el cine se trata de sentido, ¿por qué tal sillón está aquí o esa mujer parece escondida en medio de una sala llena de otras personas?
Edward Hopper quiso hablar de la soledad en lugares que parecieran estar ocupados, de esa fragilidad que resulta la compañía cuando no se le siente real.
Hopper en movimiento
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Aunque como pintor trazó imágenes estáticas, en sus cuadros se respira cierta transición. Al contemplarlos nos provoca otras imágenes, como si eso que viéramos fuera el resultado de algo anterior o, por qué no, de otra situación que viene después y de la que no tenemos otro acceso que nuestra imaginación.
Gracias a la solidaridad del arte, las pinturas de Hopper fueron inspiración para el cine. Así como él escapaba de casa por las noches para ver alguna película y regresar a pintar, directores como Robert Siodmark partieron de sus composiciones plásticas para rodar The Killers, un claro ejemplo de cómo se movería el cuadro titulado como Halcones de la noche (1942).
Otro gran ejemplo es la clásica París, Texas del director Wim Wenders en la que abundan estaciones de trenes vacías, gasolineras en carreteras desoladas y una paleta de colores sobresaturada, en la que reinan colores rojos, verdes y grises.
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Castración sexual
La soledad en la obra de Hopper no reniega de la sexualidad y de ese fenómeno tan moderno como lo es el popular “touch and go” o sexo casual. Muchas de sus composiciones nos muestran a parejas después del coito, separadas por columnas y demás estructuras sólidas; todas sumergidas en posiciones alienantes, mirando nuevamente a la nada, preguntándose tal vez “¿es momento de irme?”
Son en estas obras en las que más fuerza imaginativa hay, porque las expresiones en mujeres u hombres nos obligan a cuestionarnos sobre los porqués: por qué no se abrazan, por qué no miran juntos por la ventana.
Desde cualquier ángulo, la obra de Hopper es un vínculo a nuestro presente, una suerte de premonición surgida en un pincel y que ha sabido moverse en diferentes escenas artísticas. Si él fue capaz de adelantarse tantos años y acertar, ¿a dónde crees deberían de mirar las nuevas propuestas plásticas?